jueves, 4 de diciembre de 2008

Walter “El Brujo” Ledgard

Brujo: Dicese del ser humano al que se le atribuyen poderes mágicos. Eso fue para mucha gente Walter Ledgard. Un hombre capaz de predecir sus tiempos de nado. Un deportista entregado por completo al mundo de la natación. Una persona que hasta el mismo día de su muerte, a los ochenta y cuatro años, nadaba distancias que muchos jóvenes anhelarían siquiera poder caminar.

Sus inicios

Eran los tiempos del “Oncenio de Leguia”. Lima crecía a una velocidad vertiginosa, se hacían construcciones por toda la ciudad y nuevas urbanizaciones aparecían. Era también la época del incremento excesivo de la deuda externa. Walter Ledgard Jiménez había nacido el 25 de Octubre de 1915 y pasaba su adolescencia en este clima de modernización y creciente inversión privada. Él nadaba desde muy temprana edad en las piscinas del club Lawn Tennis y del “Pellejo”. Sin embargo, su apariencia era delgada y escuálida. “A pesar de practicar deporte desde muy niño, a los trece años, mis padres, por recomendación médica, me prohibieron realizar actividad física alguna, pues tenían miedo que me lastimara por lo débil de mi apariencia” contaba el propio “Brujo” en una entrevista de 1973 a Ricardo Villaverde. A pesar de ello, el joven deportista nunca abandonó la natación. En las competencias sorprendía a todos, deportistas y aficionados, pues su frágil y débil figura no eran impedimento para nadar 100, 200 o hasta 400 metros en muy buenos tiempos. Esto lo hacía a escondidas de sus padres, quienes finalmente tuvieron que enterarse de las “hazañas” de su hijo porque los diarios publicaban sus logros deportivos.

La frustración de Berlín

Corría el año 1933, Walter Ledgard era un nadador reconocido en el Perú, pues había ganado varias competencias de natación. “Alguna vez escuché decir a mi padre que el agua era su elemento, que se sentía muy bien dentro de ella” dice su hijo “Tater”. .Sin embargo, la situación política en el Perú estaba bastante convulsionada. El presidente Sanchez Cerro vivía amenazado de muerte, el partido aprista azuzaba la revolución y el país tenía que lidiar un problema territorial con Colombia. Es por ello, para que tuviera un buen futuro económico, sus padres lo mandaron a estudiar a Chile. Estando allá no logra entrar a la universidad, pues se pasaba la mayor parte del tiempo entrenando y compitiendo en pruebas de nado. Tiempo después, en 1934, junto a un grupo de peruanos decide probar suerte en Alemania donde ingresa a la universidad a estudiar medicina. En el Perú, mientras tanto, el Comité Olímpico Peruano (COP) creado por Eduardo Dibos Dammert, estaba formando la primera delegación olímpica que representaría al Perú en las Olimpiadas de Berlín. “Estando allá recibe una carta firmada por Eduardo Dibos Dammert, presidente del Comité Olímpico Peruano, que lo invitaba a formar parte de la primera delegación olímpica del Perú. En la carta le dicen que se ponga a órdenes del jefe de la delegación” cuenta el hijo mayor de Ledgard. Era ya el año de 1936 y el mundo se preparaba para competir en las olimpiadas de Berlín.

Alemania quería mostrar al mundo todo su poder económico y deportivo. Para conseguirlo los germanos no escatimaron en gastos e invirtieron más de 30 millones de dólares en su organización y se construyó un nuevo estadio con capacidad para 110,000 espectadores, diversas instalaciones para albergar las distintas pruebas y una villa olímpica de lujo, rodeada de lagos y bosques a solo 10 kilómetros de Berlín. Además Adolf Hitler, jefe del gobierno, vio en los juegos olímpicos una excelente oportunidad para demostrar su teoría de la superioridad de la raza aria.

Walter estaba más que complacido de representar al Perú. Tenía mucha ansiedad y entusiasmo. Como vivía cerca de Berlín, en Bonn, se fue por su propia cuenta hasta allá y llegó días antes que el resto de la delegación peruana. Como no tenía con quién entrenar, pidió practicar con los nadadores argentinos que ya estaban en Berlín. El entrenador gaucho accedió y le pidió que hiciera una prueba de 400 metros libres para saber cómo estaba. El “Brujo” apareció en esa prueba. “El entrenador quedó sorprendido porque mi viejo había batido el record sudamericano a ritmo de entrenamiento. Todos los que estaban en ese momento no lo podían creer. Sin embargo mi viejo les decía que ese era su tiempo normal” recuerda el hijo del nadador. El tiempo hecho por el “Brujo”, de aproximadamente 5 minutos, era una marca extraordinaria para la época.


Con ese antecedente es que Walter Ledgard espera su prueba de 400 metros a disputarse el 10 de Agosto de 1936. El momento había llegado. El día estaba soleado y las tribunas del estadio acuático lucían repletas. Era lunes, perfecto día para empezar la semana con un triunfo: un ambiente cargado de emoción y adrenalina embargaba al joven deportista. Él estaba colocado en la sexta serie junto a Jack Medica, de Estados Unidos, quien finalmente ganaría la medalla de oro, Piet Stam de Holanda, Manoel Villar de Brasil, campeón sudamericano de 400 metros y Hans Brenner de Suiza. El “Brujo” terminó segundo en la serie, detrás del americano, con un tiempo de 5 minutos 05 segundos. Había clasificado a la siguiente fase de la competencia: “Estaba seguro de que podía obtener alguna medalla” comentaría años después al diario “El Comercio”.Sin embargo, lo que Walter ignoraba era que la delegación peruana había decidido abandonar los Juegos Olímpicos por un problema surgido con el fútbol.

Según el periodista Luis Carlos Arias Schreiber en su artículo “Berlín, 1936: la verdadera historia de los olímpicos peruanos. Este problema surgió el 8 de Agosto cuando la selección peruana enfrentó a su similar de Austria…El resultado fue 4 a 2 para Perú, pero por una serie de “hechos anormales” los austriacos reclamaron y la FIFA, que organizaba en esos tiempos el fútbol Olímpico, decidió que el partido se jugara nuevamente el 10 de Agosto a puertas cerradas”. Es entonces que el Perú decide abandonar los juegos. El “Brujo”, en el estadio acuático, había competido sin saber lo que estaba pasando y cuando se enteró de la decisión peruana fue un golpe terrible.

Toda la delegación, excepto él, se volvió a Lima. Él se quedó a presenciar las pruebas finales de natación. Estuvo como espectador de la serie semifinal en la que le tocaba nadar. “Al ver la semifinal vio que podía haber llegado a la final por que el tiempo del ganador era inferior al que él podía hacer. El tiempo del ganador de la semifinal fue de 4 minutos 48 segundos y mi padre podía nadar los 400 en 4 minutos 45 segundos” relata “Tater”. El mismo Walter, contaría años mas tarde, que él se sentía con mucha confianza en ese momento y que, de haber competido, sus posibilidades de medalla eran muy altas.

Por fin campeón

La revancha para Walter “Brujo” Ledgard llegaría en el año 1938. Su vocación siempre fue la natación y el deporte. Paralelamente a sus estudios de medicina entrenaba todos los días, pero el estar en una Alemania que hostilizaba a los judíos y a todo aquel que no estuviera de acuerdo con la supremacía de la raza aria, no le permitía vivir tranquilo. Hastiado de ese nacionalismo alemán decide volver al Perú en 1938 para continuar sus estudios en San Fernando. Fue en ese tiempo que se cobraría la revancha por lo ocurrido en las olimpiadas. Fue campeón sudamericano de 100 y 200 metros estilo libre y al año siguiente repetía el triunfo en los 200. En dos años el “Brujo” había vuelto a aparecer para quedarse con su cetro de campeón.

Después de eso, toma dos decisiones trascendentales para su vida: Abandona sus estudios de medicina y deja las competencias oficiales de natación. Con 24 años, tenía que darle una estabilidad a su vida y percibía que con la medicina no iba para ningún lado, pues no sentía que lo llenara como persona. La natación, que era su vocación, lamentablemente no le dejaba un futuro muy promisorio en términos económicos. Así en 1940 ingresa a trabajar como empleado en el Banco Alemán para luego al año siguiente pasar al Banco Hipotecario. En él permanecería por 13 años. Durante el tiempo que estuvo en el banco nunca se desligó del deporte: Daba clases particulares, la federación lo había contratado de entrenador de la selección de natación, transmitía peleas de box los domingos desde la Plaza de Acho y además tenia un conjunto musical. Él mismo admitía que a pesar de todo eso, la plata apenas le alcanzaba para subsistir. Sin embargo, no reniega de esa época. Consideró que aprendió mucho durante esos 14 años de empleado bancario. Además era un profesional muy reconocido en su oficina. Cuando su carrera como bancario estaba en ascenso decide retirarse y en 1954 funda su academia de natación en San Isidro.

La academia del “Brujo”

Cuando funda la academia en 1954, muchos lo tildaron de loco, pues consideraban su decisión como una aventura absurda, un riesgo injustificado. Según propias palabras del ex deportista en una entrevista a Ricardo Villaverde: “era un acto de vocación y no la operación de un inversionista…La respuesta del público al servicio que empecé a ofrecer en los años cincuenta superó todas mis expectativas. Y estoy muy agradecido por ese apoyo”. Esta academia fue la primera en inaugurase en Latinoamérica. Hasta ese entonces, los chicos aprendían a nadar empíricamente o con profesores particulares como fue el caso del “Brujo” que aprendió con su familia.

Con la academia en curso, dedicó todo su tiempo a enseñar las técnicas de la natación no solo a chicos, sino también a todo aquel que estuviera interesado en aprender a nadar o perfeccionarse. Cuenta uno de sus más reconocidos alumnos, Augusto Ferrero Costa, subcampeón bolivariano en 1962 y miembro del equipo olímpico de natación en Tokio 1964: “A cada uno le tenía un gran cariño y aprecio. Siempre nos inculcó a respetar y querer al agua. Decía que si uno entraba con seguridad a la piscina podía deslizarse como un pez en ella”. Bajo esta premisa es que Ledgard formó reconocidos nadadores como Eduardo Villarán, Ismael Merino, Raul Modenesi y Raul Risso, campeones de la posta 4x100 libre en el Sudamericano de Viña del Mar en 1956.

No abandonó su pasión

Por su cuenta, él no dejaba de nadar ni entrenarse. Empezó a competir en la categoría masters y cosechó varias medallas para el Perú. Toda su vida fue siempre sana. Tenía una vitalidad envidiable. Salía a correr, levantaba pesas y nadaba ínter diario y cuando iba a competir lo hacía todos los días. Aún con varios años encima podía realizar tiempos increíbles. “Recuerdo que hace años en un encuentro que tuvimos en Estados Unidos me pidió que le cronometrara el tiempo que haría para los 50 metros. Fue un tiempazo: 39.5 segundos. Muchos de los que estaban ahí quedaron con la boca abierta incluido yo. Un hombre de casi 80 años nadando a esa velocidad era sorprendente. Ahí pude comprender porque lo de Brujo. Eso fue realmente de locos.” admite Ferrero Costa.

El reconocimiento a tan prolífica carrera deportiva llegaría en 1986 con los laureles deportivos en el grado de “Gran Cruz”. Su nombre luce en el frontis de la zona de occidente del Estadio Nacional junto a otros de grandes deportistas que le dieron muchas alegrías al deporte peruano. Este reconocimiento pareció no ser suficiente para el “Brujo”, pues siguió compitiendo y ganando medallas para el país. Su última medalla de oro fue en 1995.

Como dato anecdótico se puede mencionar un record, hasta ahora no igualado, que posee el “Brujo”. En las olimpiadas de Barcelona en 1992 desfiló en la ceremonia de inauguración junto a su hijo “Tater”, que compitió en natación en los juegos olímpicos de 1964; y a su nieto Anthony Ledgard, quien competía en ciclismo en las olimpiadas españolas. Tres generaciones de deportistas olímpicos de una sola familia reunidos en un mismo evento. Algo nunca visto hasta ahora.

Su muerte llegaría años después en una mañana de Marzo de 1999. Cuando se preparaba para ir a entrenar le sobrevino un paro cardiaco y murió en la cocina de su casa. Fue una muerte rápida y fulminante, sin sufrimiento. Con gran parte de su vida en una piscina no podía irse sin estar en ella por última vez. Su cuerpo esperó el momento de la cremación en la piscina de su academia, junto a las cientos de medallas que ganó en su vida deportiva “en ese momento la piscina no tenia agua, pero estoy seguro que mi viejo se sintió más que contento esperando ahí” reveló “Tater”.

El deportista se fue, pero dejó su imagen grabada en todos lo que lo conocieron. Un hombre que amó la natación como a ningún deporte. Alguien que se forjó a si mismo y que siempre luchó por ser el mejor. Walter Ledgard Jiménez demostró que para el deporte no hay edad y que si uno realmente se lo propone puede ser siempre un ganador hasta el último día de su vida.

El “Brujo” y su magia lograron así la inmortalidad, como el hechicero del deporte que siempre estará presente y nunca será olvidado por la historia.

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