jueves, 4 de diciembre de 2008

El sueño que rompió una vida

En el Perú los chicos siempre quieren ser como algún futbolista conocido. Hoy en día los muchachos admiran a Kaka, Messi o Cristiano Ronaldo. Todos deportistas ligados al fútbol. Algunos pocos quieren ser como Lucho Horna, Sofia Mulanovich o Magoo De la Rosa. Hace 25 años, a pesar de contar con una de las mejores selecciones peruanas de fútbol de todos los tiempos, la gran mayoría de niños y adolescentes peruanos admiraban y querían imitar a uno de los mejores boxeadores que ha dado el país. No era raro verlos jugar a ser Orlando Romero Peralta, o simplemente “Romerito”. Un hombre que desde abajo había logrado lo que muchos querian: tener la posibilidad de ser campeón del mundo.

De niño tenia un sueño. Ser como Muhammad Ali o Joe Frazier. Su vida eran los puños y golpes. Era bueno peleando. Había tenido encontrones con varios chicos de su colegio y siempre salía airoso, sin despeinarse mucho. Tenía un marcado futuro en el mundo del boxeo y eso enorgullecía a su padre y atemorizaba a su madre. Su gran meta: Pelear en el mítico Madison Square Gargen de Nueva York y ser campeón mundial.

La noche del jueves 15 de Setiembre de 1983, todo el país estaba paralizado. No había casa, oficina ni restaurante que no estuviera con el televisor prendido atento a la pelea por el título mundial de los pesos ligeros. Eran las diez de la noche y “Romerito” estaba a punto de cumplir su anhelo. Sin embargo, fue el cumplir ese sueño lo que le dio un vuelco de 180 grados a su vida y se la cambió para siempre. Una vida que pasó de la admiración al olvido, del olvido al escándalo y de este al destierro final.

Las previas del sueño

Cuenta Miguel Portanova, narrador de aquella pelea, que el ambiente era expectante. No porque el retador fuera alguien conocido sino porque todos querían ver al campeón Ray “Boom Boom” Mancini reaparecer tras la defensa del título que le costó la vida al coreano Deuk Koo Kim. Ray había quedado muy afectado tras conocer el deceso del coreano, días después del combate que sostuvo con él. Inclusive fue a su entierro y le pidió perdón a su familia. “Él estaba muy afectado, había tenido una pelea antes que con Orlando, pero se le veía muy dañado sicológicamente. A esta pelea llegaba con la idea de recuperase y pensó que el peruano sería una presa fácil”

La confianza de la prensa en el peruano era muy poca. Inclusive en su columna el “Pocho” Rospigliosi consideraba que era “demasiado poco lo que se podía esperar del peruano… Si llegaba aguantar más de cinco asaltos estaría mas que bien” Lo contrario era lo que se vivía en su natal Trujillo. El diario Expreso del 14 de septiembre: “Todos estaban muy entusiasmados con la pelea. Los vecinos se juntarían a ver el combate en el club donde se inicio Orlando” Su madre, doña Lara Peralta prometió que no vería el encuentro por prescripción médica. “Me encerraré en mi cuarto y tomaré pastillas para dormir. Me enteraré de todo al día siguiente”. Su padre por el contrario, estaba seguro que Orlando iba a salir ganador y lo vería pelear junto a sus hermanos en el living de la casa. El encuentro seria transmitido por Panamericana Televisión en vivo y en directo

Nueva York, Setiembre de 1983

En el Madison Square Garden, las entradas estaban agotadas. Los precios oscilaban entre 135 y 142 dólares. Muchos latinos compraron boletos e iban a alentar al peruano. En el público estarían personalidades importantes del box como “Sugar” Ray Leonard, “Mano de Piedra” Duran, Larry Colmes, entre otros. También estaría como espectador el Secretario General de la ONU, el peruano Javier Perez de Cuellar. Las principales cadenas deportivas como HBO, ESPN habían llevado a sus mejores cronistas para la reaparición de Mancini. La gran mayoría se preocupó en cubrir los preparativos del campeón. Muy pocos tomaron en cuenta al retador, el hasta ese entonces desconocido “Romerito”

A pesar de su poca confianza en el resultado, “Pocho” estuvo todo el tiempo con el peruano. Juntos pasearon por Nueva York e hicieron compras. Cuenta en su columna de “El Comercio” : “Orlando ha quedado fascinado con la ciudad de los rascacielos, pero un poco desilusionado con los precios…encontramos un par de zapatos que le gustaron, el costo: 1000 dólares. Así es acá.” En la misma columna nos cuenta también que Orlando se sentía muy tranquilo de cara a la pelea. Estaba convencido de dar un buen espectáculo. Para ello se entrenaba saliendo a correr todas las mañanas por Central Park, por la tardes entrenaba con Carpena, un preparador peruano que radicaba en Argentina, y por las noches descansaba sus ocho horas. En los días previos a la pelea, su entrenamiento bajó en intensidad para hacer solo pesas y footing. “Romerito” estaba concentrado y ansioso para traer el primer título mundial de boxeo para el Perú. Solo tenía que vencer un obstáculo: el fuerte y demoledor golpe del campeón defensor Ray “Boom Boom” Mancini.

El Boom Boom

Su padre fue unos de los mejores boxeadores de su tiempo. Lenny “Boom Boom” Mancini fue capaz de ganarle a varios campeones mundiales de los años 40. Tenía todas las condiciones para ser campeón mundial. Los comentaristas y cronistas de esos tiempos predecían que no tardaría en llegar a lo más alto del boxeo mundial. “Era alto, fornido, con muy buena técnica de ataque y defensa”. Sin embargo la Segunda Guerra Mundial le impidió seguir avanzando. Había quedado muy mal herido y cuando regresó a los cuadriláteros ya no era el mismo. Poco a poco su imagen se fue diluyendo hasta quedar en el olvido. “Boom Boom” reaparecería años mas tarde, ya no como Lenny, pero sí como Ray “Boom Boom” Mancini, el hijo.

Ray, nació en Youngstown, Ohio en 1961. Desde muy chico su padre lo inclinó por la práctica del boxeo. Le enseñó todos sus secretos y el joven Mancini aprendía muy rápido. Sin embargo había algo que lo destacaba sobre el padre: Su fuerte y poderosa derecha que era demoledora. Tanto es así que desde muy joven capto la atención de los ejecutivos y cronistas deportivos más importantes de la época. Ray se vuelve profesional en 1978 y empieza su ruta hacia el título en 1979 enfrentando a Phil Bowen. Lo vence fácil en el primer asalto. El camino lo tuvo limpio y continuó ganando peleas suficientes como para retar hasta el entonces campeón mundial, el nicaragüense Alexis Arguello.

El 3 de Octubre de 1981 en el Ballys Park Place Hotel Casino de New Jersey, se realizó el encuentro boxístico pactado a 15 asaltos. Fue una pelea electrizante. El combate fue considerado por ESPN y THE RING Magazine como uno de los mejores encuentros de los años 80. Mancini le dio grandes problemas al campeón, pero finalmente perdió por knock out técnico en el round 14. Esto quiere decir que el arbitro consideró que Mancini estaba demasiado herido como para seguir y paró la pelea. En una publicación de 1983 de “The Ring”, “Boom Boom” diría que el “juez se apresuró, yo todavía podía seguir”

Sin embargo tendría su revancha el 8 de Mayo de 1982. Ese día enfrentó al campeón Arturo Frias en Las Vegas. El cronista Santiago Roncagliolo escribe sobre esta pelea “Mancini se sacó de la manga un primer asalto que fue considerado el mejor de la historia. Básicamente fue un animal. Un primer tortazo, a los 15 segundos de iniciada la pelea, casi deja al venezolano fuera de combate. Un recto le abrió la ceja. Una combinación sorprendente lo llevó primero al centro del cuadrilátero y luego contra las cuerdas. Boom Boom llevaba un buen rato golpeando sin recibir respuesta, concentrado en demoler a su rival, cuando el árbitro dio la pelea por concluida.”. Ray “Boom Boom” Mancini había cumplido el sueño de su padre y el suyo propio: Ser el mejor de todos. Ser el campeón mundial

Nueva York. 15 de Setiembre de 1983

La noche esperada había llegado. Los dos contendores llegaban a esta pelea con el mismo objetivo, pero por razones diferentes: “Romerito” quería cumplir su sueño de niño y convertirse en campeón mundial. “Boom Boom” quería recuperar su mentalidad ganadora y para ello debía vencer fácil al rival y retener su título mundial. Nos cuenta Miguel Portanova ”Todo era un griterió. Cuando salio Mancini, todo el Madison Square empezó a gritar Boom, Boom, Boom Boom y cuando apareció Romerito, se escuchaba un fuerte Perú, Perú, algo que nos sorprendió a todos. Era un ambiente espectacular” Todo estaba quedando listo. Los corazones en Perú, especialmente en Trujillo, estaban con “Romerito”. Inclusive su madre, que había prometido no ver la pelea, estaba junto a su familia frente al televisor. Los contrincantes estaban listos, cada uno en su esquina. El golpe de campana iniciaba el combate.

“Romerito”

Desde que se inicio en el boxeo amateur Orlando Romero “Romerito” siempre mostró mucha técnica. En su ciudad natal, Trujillo, se disputaba un campeonato local llamado “Guantes de Oro”. La ciudad de ese entonces, mediados de los 70, no tenía un héroe por quien sacar pecho, por quien sentirse orgulloso. Hasta que apareció este muchachito de 15 años, vendedor de pasteles, de gruesa contextura y mirada agresiva que ganaba a cuanto rival se le paraba enfrente. Él recuerda “Empecé a ganarle a todo el mundo, gallito que me ponían, gallito que yo tumbaba. Y eso que era uno de los más jóvenes” Los resultados no tardaron en llegar. Seria campeón Nacional amateur en poco tiempo.

Cuentan los diarios de la época que “Romerito” se entrenaba en un gimnasio que su padre había armado junto a su casa. Victor Romero era muy aficionado al boxeo y siempre iba con su hijo Orlando a presenciar las peleas que se realizaban en el coliseo ”Gran Chimu”.Cuando “Romerito” empezó a boxear, el padre decide armarle un lugar para que pueda entrenarse. En un artículo del diario “Expreso” del año 83 aparece: “Era un lugar con los implementos básicos del box.. Aquí Orlando pasó sus primeros años como boxeador amateur… Lo habían construido con la ayuda de diversas amistades que vieron en Orlando al gran héroe deportivo que Trujillo necesitaba”.

Sin embargo, Orlando quería más y sabía que necesitaba ser entrenado por el mejor. Es así que llega a estar bajo las órdenes de Mauro Mina quién era el mejor boxeador peruano hasta entonces. Estuvo muy cerca de disputar el titulo mundial pesado, pero un problema con la retina de uno de sus ojos le impidió disputar esa pelea. Mina le enseñó a fortalecer su golpes de izquierda y a mantener la guardia siempre arriba. “Mauro me transmite todos sus conocimientos y yo trato de aprender lo más que puedo” contaba un joven Romero en una publicación de 1980.

El 20 de septiembre de 1980 “Romerito” disputaba su primer título internacional. Peleaba con el campeón sudamericano de los pesos ligeros, el colombiano Leonidas Asprilla. El combate se realizó en el coliseo “Gran Chimu“ de Trujillo. Las tribunas estaba repletas y la gente vitoreaba por el trujillano. “Romerito” respondía con sendos golpes contra el campeón defensor. Este sin embargo, no se dejaba y también le asentaba derechazos y ganchos. Al final de los doce asaltos el peruano había tirado a la lona al colombiano en tres ocasiones. Esto le alcanzó para ganar la pelea por puntos y coronarse como nuevo campeón sudamericano de los pesos ligeros. Ahora el joven “Romerito” veía mucho mas cerca el sueño de pelear en Estados Unidos por el trono mundial.

Madinson Square Garden, 15 de Setiembre de 1983, 22:00

El cronista Santiago Roncagliolo: “Cuando sonó la campana, el campeón hizo lo esperado y salió como un toro. Romerito se concentró en cambiarle el ritmo. Se defendía y alternaba de sitio para atacar. En un momento, Mancini lo acercó a las cuerdas, pero Romerito contraatacó y volvió a escapársele, siempre hacia la derecha….En el tercer asalto, el campeón hizo sangrar el párpado del peruano y conectó un golpe bajo. Cuando los separó la campana, los jueces le daban dos puntos de ventaja a Boom Boom… Los siguientes asaltos fueron mucho más agresivos. Un peligroso recto de Mancini pudo decidir la pelea, pero un gancho de regreso le inflamó peligrosamente el párpado…Mancini sufrió un pésimo séptimo asalto que mermó aún más su velocidad y al final del octavo lucía cansado, respiraba por la boca, y tanto él como el aspirante ostentaban sendas heridas en la cara.”

En casa de los Romero, la familia sufría con la pelea. El padre ya se había fumado una cajetilla entera de cigarros, pero veía que su hijo podía ganar “Lo va a noquear, lo va a noquear” repetía. La madre por su lado, no despegaba el ojo del televisor. “Yo sufría con cada golpe que le daban a mi hijo”. La transmisión de Panamericana calificaba la pelea como muy pareja y empezaban a notar que el campeón se cansaba. Según cuenta Miguel Portanova, había logrado preguntar al contador acerca de la puntuación de los jueces y este le había dicho que en uno ganaba el peruano, en otro el americano y en el tercero era empate. La lucha entraba en un noveno asalto decisivo.

La internacionalización

“Este peruano radicado en Argentina es un tipo que maneja mucho las técnicas modernas del boxeo” escribía Pocho Rospigliosi en su columna de “”El Comercio” en 1983. Se trataba de Nicolas Carpena, el nuevo entrenador que contrató “Romerito”. El trujillano tuvo una serie de problemas con Mauro Mina y decidió cambiar de preparador. Del nuevo técnico Romerito comentaba en una entrevista concedida a Santiago Roncagliolo “Tenía una labia impresionante. Me trataba como a un campeón mundial. Y con él, yo empecé a sentirme campeón mundial.” Para pagarle al entrenador y costear sus gastos, Romerito debió recurrir a la publicidad. Él cobraba por combate apenas 200 dólares. Cómo era ya un tipo conocido, empezó a cobrar por usar zapatillas de alguna marca o por colocar el logotipo de alguna cerveza en su bata. Pese a ser campeón sudamericano, lo que ganaba era muy poco. Sus ojos y toda su mente estaban en pelear en Estados Unidos.

Logró defender en varias ocasiones su titulo de campeón sudamericano. Tuvo peleas increíbles, enfrentado a grandes boxeadores como Antonio Cruz o Julio Melone, pero siempre dentro de territorio peruano. Sin embargo, ya estaba rankeado entre los mejores del mundo y estaba listo para retar al entonces campeón de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) Ray “Boom Boom” Mancini. La pelea se pactó para el 15 de Septiembre de 1983 en el Madison Square Garden de Nueva York.


Madison Square Garden, 15 de Setiembre de 1983 22:45

Cuentan algunas crónicas americanas que el entrenador de Mancini, Murphy Griffith, le recriminó fuertemente tras el octavo round ”¿Que pasa que no estás haciendo nada?.Anda y define de una vez”

El americano salió dispuesto a resolver el combate, pero se le notaba cansado y el juego del peruano lo aturdía. Empezó un intercambio de golpes muy variado hasta que ambos se golpearon al mismo tiempo. El zurdazo de “Boom Boom” fue más fuerte que el de “Romerito”. El peruano cayó pesadamente a lona, tanto que su cabeza reboto dos veces y se golpeó la nuca. Orlando se quedó tendido. En su casa su familia y en especial su madre gritaban, “levántate, levántate”. El pugilista se levantó, pero ya muy tarde. El juez había hecho el conteo y el ganador era un muy maltrecho Mancini que declaró en pleno festejo: “Dios me bendijo para retener mi corona…quiero decirle a todos los peruanos que ustedes tienen un gran campeón, duro fuerte y fajador”

El sueño del chico vendedor de pasteles había llegado a su fin. Ahora tenía que empezar nuevamente de cero para poder luchar por la corona. Sin embargo el combate había dejado su huella en “Romerito”. No fueron los golpes de “Boom Boom”, ni siquiera el del knock out, fue el tiempo dedicado a esta actividad lo que le cobraría la factura.

El final ha empezado

Cuando llegó a Lima fue recibido como héroe. Carteles que decían “Campeón el Perú agradece tu esfuerzo” lo esperaron a la salida del Jorge Chavez. Fue cargado en hombros y recibió la sorpresiva visita de sus padres. Fue llevado a Trujillo y lo nombraron hijo ilustre de la ciudad de la primavera. El pugilista se sentía en la gloria, pero no olvidaba que no había cumplido su objetivo. Él quería la revancha y los promotores de la pelea se la habían prometido. Sin embargo, para que se pudiera dar, Orlando tenía que mantenerse en los primeros puestos del ranking mundial de su categoría. Para ello debía de disputar peleas para retener su corona Sudamericana. Él era consiente de que necesitaba descansar por unos meses después de la dura pelea. Tenía planeado regresar a comienzos del 84.

Durante ese lapso de descanso, Orlando no dejo de prepararse por su cuenta. A pesar de estar en Trujillo “descansando” gente cercana informó al diario Expreso que “Romerito” siempre iba al gimnasio y no dejaba de entrenar. Quería volver a pelear pronto. Sin embargo se veía que ya no era el mismo. Tenía mucho entusiasmo, pero sus movimientos ya no eran tan certeros. “En sus siguientes combates Orlando ya no peleaba igual. Abrazaba mucho y hundía mucho la cabeza. Tengo entendido que después de la pelea con Mancicni él no había quedado bien por el fuerte golpe que sufrió en la nuca” comenta Miguel Portanova. Aunque no hay una confirmación de eso, lo que si se sabe es que en varias oportunidades el pugilista declaró en varios medios escritos “Estoy sobre entrenando y me está liquidando”. Esto da la idea de que algo malo ocurría con el peruano. Volvería a pelear un par de veces mas en deslucidas peleas, que ganaría por puntos hasta que llegó el primer golpe certero a su carrera deportiva..

“Con la derrota de Mancini sentí que mi carrera sufría un apagón. Poco después, una inflamación en las amígdalas y una sinusitis rompieron mi ritmo de trabajo. Tuve que guardar cama, dejé el entrenamiento, y luego no pude retornarlo con el mismo entusiasmo. Había perdido la ilusión”

La derrota de la que habla “Romerito” es la que sufrió Mancini el 1 de Junio de 1984. Ante un Memorial Auditórium repleto, el campeón no podía retener su corona y perdía por Knock out técnico en el round 14. El victimario fue Livingstone Bramble. Un pugilista de las Islas Vírgenes a quien se le acusó muchas veces de practicar brujería antes de las peleas. Actualmente se encuentra en actividad a pesar de ya pasar los 40 años. Esto significó que “Romerito” descendiera en el ranking y su nombre ya no apareciera como un posible retador al título mundial. Las posibilidades eran muy escasas y al boxeador solo le quedaba pelear a nivel sudamericano. Siguió peleando, pero alternaba triunfos descoloridos con derrotas. La afición ya no lo apoyaba como antes. Querían al antiguo “Romerito” pero su golpeado cuerpo ya no le respondía con la misma efectividad. En este panorama, Orlando tiene su última pelea el 31 de Octubre 1989 ante el chileno Oscar Benavides Muñoz. Un desganado y lento Romero pierde el encuentro en el segundo asalto. Luego de esto, decide colgar los guantes definitivamente.

Del reconocimiento al escándalo

Durante un tiempo, el campeón peruano, vivió del premio que había recibido por pelear en Nueva York. Con los 100, 000 dólares pudo pagar el colegio de sus hijos, comprar una casa en Lima y otra en Trujillo, saldar deudas y hacer algún que otro préstamo. Sin embargo, esto le alcanzó solo por un tiempo y él sabía que tenía que buscarse la forma de subsistir.

Era la segunda década del 90 y el Perú entraba en una etapa de conflictos internos que afectaban la economía del país. Conseguir empleo era una tarea titánica y si no se tenía estudios mucho más. Había que trabajar de lo que sea para poder mantener a una familia. El dinero del premio se acabó y “Romerito” se convertiría en un asalariado más. A pesar de ser quien fue, nadie le daba un trabajo estable y el estado lo tenía olvidado como deportista. Durante varios años realiza todo tipo de oficios: Fue jefe de ventas de una empresa cervecera en Trujillo, fue vendedor de una pasta dentífrica, trabajó como pescador, vendedor de pollos en el mercado, trabajó de sereno de Surquillo. Muchas actividades que no le permitían estabilidad económica. Lo que Romero buscaba era salir del país para poder hacer dinero y tener una vida mejor.

Las deudas lo agobiaban y aunque siempre trató de mantener a su familia al margen de la luz pública, muchos diarios sensacionalistas como “El Trome” o “Ajá” lo envolvían en escándalos inventados. Inclusive cuando trabajaba de sereno, al momento de hacer alguna captura la prensa lo buscaba para preguntarle acerca del momento. “Yo sólo quería trabajar, como cualquier persona. Pero cuando era vigilante, cada vez que detenía a un ladrón, alguien llamaba por teléfono a la prensa y las cámaras venían a cubrirlo. En medio del arresto, tenía un micrófono delante preguntándome: "Romerito, ¿cómo detuviste al malhechor? ¿Le pegaste? ¿Podrías describir la pelea? ¿Es muy duro haber fracasado después de ser casi campeón mundial?". Los más sorprendidos eran los ladrones. Alguno trataba de aprovechar la confusión para escaparse, y entonces toda la persecución aparecía en cadena nacional” le contaba el ex deportista a Santiago Roncagliolo en una entrevista.

Finalmente Romero pudo salir del país en Agosto del 2001. Se fue a España para un curso de entrenadores de box por 15 días, pero se quedaría indefinidamente y seria uno más de los miles de inmigrantes que llegaban a la península ibérica por esos años. Es aquí que recibe otro cross de la vida que le cobraba su tiempo dedicado al boxeo profesional.

Era el año 2006 y en el Perú el chisme era un deporte nacional gracias a los diarios sensacionalistas y a programas de televisión como “Magaly TV”. Es en este ambiente que se comenta que su hijo mayor, Orlando Romero Moreno, no era hijo suyo. Dispuesto a desmentir todo esto, “Romerito” vuelve al país para hacerse un examen de ADN junto con su hijo. El resultado fue contundente: Negativo. Al boxeador el mundo se le derrumbó y quería justicia. Denunció a su esposa Ana Moreno, por adulterio. Tiempo después descubrirá que el padre biológico de Orlando Romero Moreno es uno de sus hermanos quien había empezado un romance con su esposa durante el tiempo que “Romerito” practicaba boxeo. El ex pugilisita estaba devastado. La prensa amarilla tuvo comidilla del boxeador por varios días. El hermano y la esposa aún viven juntos en la casa, comprada por el ex boxeador, ubicada en San Miguel. Tras este duro golpe, “Romerito” regresa a España a rehacer una vida que ya no tenía en Perú.

El final fuera de su tierra

Él sabía que en Perú ya no tenía nada que lo atará. Solamente el recuerdo de una carrera que le costó llevar hacia arriba, pero que luego cayó con la velocidad de un rayo. Ya ni familia tenía. Todo lo que había ganado gracias al boxeo también lo perdió por lo mismo. En el Perú ya no había sitio para Orlando Romero. Ese combate lo tenía perdido. Volvió a España en silencio con su hijo sin que nadie los fuera a despedir al aeropuerto.

Allá tiene el reconocimiento de todos los peruanos que viven por esas tierras. Tiene dos locales de comida peruana y se siente orgulloso cuando la gente lo reconoce y le pregunta por el encuentro contra “Boom Boom”. Pone con orgullo el Dvd de la pelea y cuenta con detalle como fue cada round. Los que lo escuchan lo hacen atentamente y se quedan sorprendidos con su historia. Aquí esta librando un nuevo combate. Una pelea por recuperar lo que en el Perú perdió: una vida tranquila. Junto a su nueva familia lucha con tenacidad, agilidad y vivacidad por salir adelante, como cuando joven, cuando era Orlando Romero Peralta, “Romerito”.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Si estan interesados en intercambiar enlaces, contactenme en angel.dkd@gmail.com

Saludos Angel

Anónimo dijo...

Si desean recordar algunos pasajes agradables de nuestro boxeo de los ochentas,incluído romerito, visiten mi blog: como recuerdo el boxeo peruano de los ochentas. Gracias. Edwin málaga palomino.

Edwin Málaga dijo...

http://comorecuerdoelboxeoperuanodelos80s.blogspot.com/2009/01/que-lindos-recuerdos.html