jueves, 4 de diciembre de 2008

El sueño que rompió una vida

En el Perú los chicos siempre quieren ser como algún futbolista conocido. Hoy en día los muchachos admiran a Kaka, Messi o Cristiano Ronaldo. Todos deportistas ligados al fútbol. Algunos pocos quieren ser como Lucho Horna, Sofia Mulanovich o Magoo De la Rosa. Hace 25 años, a pesar de contar con una de las mejores selecciones peruanas de fútbol de todos los tiempos, la gran mayoría de niños y adolescentes peruanos admiraban y querían imitar a uno de los mejores boxeadores que ha dado el país. No era raro verlos jugar a ser Orlando Romero Peralta, o simplemente “Romerito”. Un hombre que desde abajo había logrado lo que muchos querian: tener la posibilidad de ser campeón del mundo.

De niño tenia un sueño. Ser como Muhammad Ali o Joe Frazier. Su vida eran los puños y golpes. Era bueno peleando. Había tenido encontrones con varios chicos de su colegio y siempre salía airoso, sin despeinarse mucho. Tenía un marcado futuro en el mundo del boxeo y eso enorgullecía a su padre y atemorizaba a su madre. Su gran meta: Pelear en el mítico Madison Square Gargen de Nueva York y ser campeón mundial.

La noche del jueves 15 de Setiembre de 1983, todo el país estaba paralizado. No había casa, oficina ni restaurante que no estuviera con el televisor prendido atento a la pelea por el título mundial de los pesos ligeros. Eran las diez de la noche y “Romerito” estaba a punto de cumplir su anhelo. Sin embargo, fue el cumplir ese sueño lo que le dio un vuelco de 180 grados a su vida y se la cambió para siempre. Una vida que pasó de la admiración al olvido, del olvido al escándalo y de este al destierro final.

Las previas del sueño

Cuenta Miguel Portanova, narrador de aquella pelea, que el ambiente era expectante. No porque el retador fuera alguien conocido sino porque todos querían ver al campeón Ray “Boom Boom” Mancini reaparecer tras la defensa del título que le costó la vida al coreano Deuk Koo Kim. Ray había quedado muy afectado tras conocer el deceso del coreano, días después del combate que sostuvo con él. Inclusive fue a su entierro y le pidió perdón a su familia. “Él estaba muy afectado, había tenido una pelea antes que con Orlando, pero se le veía muy dañado sicológicamente. A esta pelea llegaba con la idea de recuperase y pensó que el peruano sería una presa fácil”

La confianza de la prensa en el peruano era muy poca. Inclusive en su columna el “Pocho” Rospigliosi consideraba que era “demasiado poco lo que se podía esperar del peruano… Si llegaba aguantar más de cinco asaltos estaría mas que bien” Lo contrario era lo que se vivía en su natal Trujillo. El diario Expreso del 14 de septiembre: “Todos estaban muy entusiasmados con la pelea. Los vecinos se juntarían a ver el combate en el club donde se inicio Orlando” Su madre, doña Lara Peralta prometió que no vería el encuentro por prescripción médica. “Me encerraré en mi cuarto y tomaré pastillas para dormir. Me enteraré de todo al día siguiente”. Su padre por el contrario, estaba seguro que Orlando iba a salir ganador y lo vería pelear junto a sus hermanos en el living de la casa. El encuentro seria transmitido por Panamericana Televisión en vivo y en directo

Nueva York, Setiembre de 1983

En el Madison Square Garden, las entradas estaban agotadas. Los precios oscilaban entre 135 y 142 dólares. Muchos latinos compraron boletos e iban a alentar al peruano. En el público estarían personalidades importantes del box como “Sugar” Ray Leonard, “Mano de Piedra” Duran, Larry Colmes, entre otros. También estaría como espectador el Secretario General de la ONU, el peruano Javier Perez de Cuellar. Las principales cadenas deportivas como HBO, ESPN habían llevado a sus mejores cronistas para la reaparición de Mancini. La gran mayoría se preocupó en cubrir los preparativos del campeón. Muy pocos tomaron en cuenta al retador, el hasta ese entonces desconocido “Romerito”

A pesar de su poca confianza en el resultado, “Pocho” estuvo todo el tiempo con el peruano. Juntos pasearon por Nueva York e hicieron compras. Cuenta en su columna de “El Comercio” : “Orlando ha quedado fascinado con la ciudad de los rascacielos, pero un poco desilusionado con los precios…encontramos un par de zapatos que le gustaron, el costo: 1000 dólares. Así es acá.” En la misma columna nos cuenta también que Orlando se sentía muy tranquilo de cara a la pelea. Estaba convencido de dar un buen espectáculo. Para ello se entrenaba saliendo a correr todas las mañanas por Central Park, por la tardes entrenaba con Carpena, un preparador peruano que radicaba en Argentina, y por las noches descansaba sus ocho horas. En los días previos a la pelea, su entrenamiento bajó en intensidad para hacer solo pesas y footing. “Romerito” estaba concentrado y ansioso para traer el primer título mundial de boxeo para el Perú. Solo tenía que vencer un obstáculo: el fuerte y demoledor golpe del campeón defensor Ray “Boom Boom” Mancini.

El Boom Boom

Su padre fue unos de los mejores boxeadores de su tiempo. Lenny “Boom Boom” Mancini fue capaz de ganarle a varios campeones mundiales de los años 40. Tenía todas las condiciones para ser campeón mundial. Los comentaristas y cronistas de esos tiempos predecían que no tardaría en llegar a lo más alto del boxeo mundial. “Era alto, fornido, con muy buena técnica de ataque y defensa”. Sin embargo la Segunda Guerra Mundial le impidió seguir avanzando. Había quedado muy mal herido y cuando regresó a los cuadriláteros ya no era el mismo. Poco a poco su imagen se fue diluyendo hasta quedar en el olvido. “Boom Boom” reaparecería años mas tarde, ya no como Lenny, pero sí como Ray “Boom Boom” Mancini, el hijo.

Ray, nació en Youngstown, Ohio en 1961. Desde muy chico su padre lo inclinó por la práctica del boxeo. Le enseñó todos sus secretos y el joven Mancini aprendía muy rápido. Sin embargo había algo que lo destacaba sobre el padre: Su fuerte y poderosa derecha que era demoledora. Tanto es así que desde muy joven capto la atención de los ejecutivos y cronistas deportivos más importantes de la época. Ray se vuelve profesional en 1978 y empieza su ruta hacia el título en 1979 enfrentando a Phil Bowen. Lo vence fácil en el primer asalto. El camino lo tuvo limpio y continuó ganando peleas suficientes como para retar hasta el entonces campeón mundial, el nicaragüense Alexis Arguello.

El 3 de Octubre de 1981 en el Ballys Park Place Hotel Casino de New Jersey, se realizó el encuentro boxístico pactado a 15 asaltos. Fue una pelea electrizante. El combate fue considerado por ESPN y THE RING Magazine como uno de los mejores encuentros de los años 80. Mancini le dio grandes problemas al campeón, pero finalmente perdió por knock out técnico en el round 14. Esto quiere decir que el arbitro consideró que Mancini estaba demasiado herido como para seguir y paró la pelea. En una publicación de 1983 de “The Ring”, “Boom Boom” diría que el “juez se apresuró, yo todavía podía seguir”

Sin embargo tendría su revancha el 8 de Mayo de 1982. Ese día enfrentó al campeón Arturo Frias en Las Vegas. El cronista Santiago Roncagliolo escribe sobre esta pelea “Mancini se sacó de la manga un primer asalto que fue considerado el mejor de la historia. Básicamente fue un animal. Un primer tortazo, a los 15 segundos de iniciada la pelea, casi deja al venezolano fuera de combate. Un recto le abrió la ceja. Una combinación sorprendente lo llevó primero al centro del cuadrilátero y luego contra las cuerdas. Boom Boom llevaba un buen rato golpeando sin recibir respuesta, concentrado en demoler a su rival, cuando el árbitro dio la pelea por concluida.”. Ray “Boom Boom” Mancini había cumplido el sueño de su padre y el suyo propio: Ser el mejor de todos. Ser el campeón mundial

Nueva York. 15 de Setiembre de 1983

La noche esperada había llegado. Los dos contendores llegaban a esta pelea con el mismo objetivo, pero por razones diferentes: “Romerito” quería cumplir su sueño de niño y convertirse en campeón mundial. “Boom Boom” quería recuperar su mentalidad ganadora y para ello debía vencer fácil al rival y retener su título mundial. Nos cuenta Miguel Portanova ”Todo era un griterió. Cuando salio Mancini, todo el Madison Square empezó a gritar Boom, Boom, Boom Boom y cuando apareció Romerito, se escuchaba un fuerte Perú, Perú, algo que nos sorprendió a todos. Era un ambiente espectacular” Todo estaba quedando listo. Los corazones en Perú, especialmente en Trujillo, estaban con “Romerito”. Inclusive su madre, que había prometido no ver la pelea, estaba junto a su familia frente al televisor. Los contrincantes estaban listos, cada uno en su esquina. El golpe de campana iniciaba el combate.

“Romerito”

Desde que se inicio en el boxeo amateur Orlando Romero “Romerito” siempre mostró mucha técnica. En su ciudad natal, Trujillo, se disputaba un campeonato local llamado “Guantes de Oro”. La ciudad de ese entonces, mediados de los 70, no tenía un héroe por quien sacar pecho, por quien sentirse orgulloso. Hasta que apareció este muchachito de 15 años, vendedor de pasteles, de gruesa contextura y mirada agresiva que ganaba a cuanto rival se le paraba enfrente. Él recuerda “Empecé a ganarle a todo el mundo, gallito que me ponían, gallito que yo tumbaba. Y eso que era uno de los más jóvenes” Los resultados no tardaron en llegar. Seria campeón Nacional amateur en poco tiempo.

Cuentan los diarios de la época que “Romerito” se entrenaba en un gimnasio que su padre había armado junto a su casa. Victor Romero era muy aficionado al boxeo y siempre iba con su hijo Orlando a presenciar las peleas que se realizaban en el coliseo ”Gran Chimu”.Cuando “Romerito” empezó a boxear, el padre decide armarle un lugar para que pueda entrenarse. En un artículo del diario “Expreso” del año 83 aparece: “Era un lugar con los implementos básicos del box.. Aquí Orlando pasó sus primeros años como boxeador amateur… Lo habían construido con la ayuda de diversas amistades que vieron en Orlando al gran héroe deportivo que Trujillo necesitaba”.

Sin embargo, Orlando quería más y sabía que necesitaba ser entrenado por el mejor. Es así que llega a estar bajo las órdenes de Mauro Mina quién era el mejor boxeador peruano hasta entonces. Estuvo muy cerca de disputar el titulo mundial pesado, pero un problema con la retina de uno de sus ojos le impidió disputar esa pelea. Mina le enseñó a fortalecer su golpes de izquierda y a mantener la guardia siempre arriba. “Mauro me transmite todos sus conocimientos y yo trato de aprender lo más que puedo” contaba un joven Romero en una publicación de 1980.

El 20 de septiembre de 1980 “Romerito” disputaba su primer título internacional. Peleaba con el campeón sudamericano de los pesos ligeros, el colombiano Leonidas Asprilla. El combate se realizó en el coliseo “Gran Chimu“ de Trujillo. Las tribunas estaba repletas y la gente vitoreaba por el trujillano. “Romerito” respondía con sendos golpes contra el campeón defensor. Este sin embargo, no se dejaba y también le asentaba derechazos y ganchos. Al final de los doce asaltos el peruano había tirado a la lona al colombiano en tres ocasiones. Esto le alcanzó para ganar la pelea por puntos y coronarse como nuevo campeón sudamericano de los pesos ligeros. Ahora el joven “Romerito” veía mucho mas cerca el sueño de pelear en Estados Unidos por el trono mundial.

Madinson Square Garden, 15 de Setiembre de 1983, 22:00

El cronista Santiago Roncagliolo: “Cuando sonó la campana, el campeón hizo lo esperado y salió como un toro. Romerito se concentró en cambiarle el ritmo. Se defendía y alternaba de sitio para atacar. En un momento, Mancini lo acercó a las cuerdas, pero Romerito contraatacó y volvió a escapársele, siempre hacia la derecha….En el tercer asalto, el campeón hizo sangrar el párpado del peruano y conectó un golpe bajo. Cuando los separó la campana, los jueces le daban dos puntos de ventaja a Boom Boom… Los siguientes asaltos fueron mucho más agresivos. Un peligroso recto de Mancini pudo decidir la pelea, pero un gancho de regreso le inflamó peligrosamente el párpado…Mancini sufrió un pésimo séptimo asalto que mermó aún más su velocidad y al final del octavo lucía cansado, respiraba por la boca, y tanto él como el aspirante ostentaban sendas heridas en la cara.”

En casa de los Romero, la familia sufría con la pelea. El padre ya se había fumado una cajetilla entera de cigarros, pero veía que su hijo podía ganar “Lo va a noquear, lo va a noquear” repetía. La madre por su lado, no despegaba el ojo del televisor. “Yo sufría con cada golpe que le daban a mi hijo”. La transmisión de Panamericana calificaba la pelea como muy pareja y empezaban a notar que el campeón se cansaba. Según cuenta Miguel Portanova, había logrado preguntar al contador acerca de la puntuación de los jueces y este le había dicho que en uno ganaba el peruano, en otro el americano y en el tercero era empate. La lucha entraba en un noveno asalto decisivo.

La internacionalización

“Este peruano radicado en Argentina es un tipo que maneja mucho las técnicas modernas del boxeo” escribía Pocho Rospigliosi en su columna de “”El Comercio” en 1983. Se trataba de Nicolas Carpena, el nuevo entrenador que contrató “Romerito”. El trujillano tuvo una serie de problemas con Mauro Mina y decidió cambiar de preparador. Del nuevo técnico Romerito comentaba en una entrevista concedida a Santiago Roncagliolo “Tenía una labia impresionante. Me trataba como a un campeón mundial. Y con él, yo empecé a sentirme campeón mundial.” Para pagarle al entrenador y costear sus gastos, Romerito debió recurrir a la publicidad. Él cobraba por combate apenas 200 dólares. Cómo era ya un tipo conocido, empezó a cobrar por usar zapatillas de alguna marca o por colocar el logotipo de alguna cerveza en su bata. Pese a ser campeón sudamericano, lo que ganaba era muy poco. Sus ojos y toda su mente estaban en pelear en Estados Unidos.

Logró defender en varias ocasiones su titulo de campeón sudamericano. Tuvo peleas increíbles, enfrentado a grandes boxeadores como Antonio Cruz o Julio Melone, pero siempre dentro de territorio peruano. Sin embargo, ya estaba rankeado entre los mejores del mundo y estaba listo para retar al entonces campeón de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) Ray “Boom Boom” Mancini. La pelea se pactó para el 15 de Septiembre de 1983 en el Madison Square Garden de Nueva York.


Madison Square Garden, 15 de Setiembre de 1983 22:45

Cuentan algunas crónicas americanas que el entrenador de Mancini, Murphy Griffith, le recriminó fuertemente tras el octavo round ”¿Que pasa que no estás haciendo nada?.Anda y define de una vez”

El americano salió dispuesto a resolver el combate, pero se le notaba cansado y el juego del peruano lo aturdía. Empezó un intercambio de golpes muy variado hasta que ambos se golpearon al mismo tiempo. El zurdazo de “Boom Boom” fue más fuerte que el de “Romerito”. El peruano cayó pesadamente a lona, tanto que su cabeza reboto dos veces y se golpeó la nuca. Orlando se quedó tendido. En su casa su familia y en especial su madre gritaban, “levántate, levántate”. El pugilista se levantó, pero ya muy tarde. El juez había hecho el conteo y el ganador era un muy maltrecho Mancini que declaró en pleno festejo: “Dios me bendijo para retener mi corona…quiero decirle a todos los peruanos que ustedes tienen un gran campeón, duro fuerte y fajador”

El sueño del chico vendedor de pasteles había llegado a su fin. Ahora tenía que empezar nuevamente de cero para poder luchar por la corona. Sin embargo el combate había dejado su huella en “Romerito”. No fueron los golpes de “Boom Boom”, ni siquiera el del knock out, fue el tiempo dedicado a esta actividad lo que le cobraría la factura.

El final ha empezado

Cuando llegó a Lima fue recibido como héroe. Carteles que decían “Campeón el Perú agradece tu esfuerzo” lo esperaron a la salida del Jorge Chavez. Fue cargado en hombros y recibió la sorpresiva visita de sus padres. Fue llevado a Trujillo y lo nombraron hijo ilustre de la ciudad de la primavera. El pugilista se sentía en la gloria, pero no olvidaba que no había cumplido su objetivo. Él quería la revancha y los promotores de la pelea se la habían prometido. Sin embargo, para que se pudiera dar, Orlando tenía que mantenerse en los primeros puestos del ranking mundial de su categoría. Para ello debía de disputar peleas para retener su corona Sudamericana. Él era consiente de que necesitaba descansar por unos meses después de la dura pelea. Tenía planeado regresar a comienzos del 84.

Durante ese lapso de descanso, Orlando no dejo de prepararse por su cuenta. A pesar de estar en Trujillo “descansando” gente cercana informó al diario Expreso que “Romerito” siempre iba al gimnasio y no dejaba de entrenar. Quería volver a pelear pronto. Sin embargo se veía que ya no era el mismo. Tenía mucho entusiasmo, pero sus movimientos ya no eran tan certeros. “En sus siguientes combates Orlando ya no peleaba igual. Abrazaba mucho y hundía mucho la cabeza. Tengo entendido que después de la pelea con Mancicni él no había quedado bien por el fuerte golpe que sufrió en la nuca” comenta Miguel Portanova. Aunque no hay una confirmación de eso, lo que si se sabe es que en varias oportunidades el pugilista declaró en varios medios escritos “Estoy sobre entrenando y me está liquidando”. Esto da la idea de que algo malo ocurría con el peruano. Volvería a pelear un par de veces mas en deslucidas peleas, que ganaría por puntos hasta que llegó el primer golpe certero a su carrera deportiva..

“Con la derrota de Mancini sentí que mi carrera sufría un apagón. Poco después, una inflamación en las amígdalas y una sinusitis rompieron mi ritmo de trabajo. Tuve que guardar cama, dejé el entrenamiento, y luego no pude retornarlo con el mismo entusiasmo. Había perdido la ilusión”

La derrota de la que habla “Romerito” es la que sufrió Mancini el 1 de Junio de 1984. Ante un Memorial Auditórium repleto, el campeón no podía retener su corona y perdía por Knock out técnico en el round 14. El victimario fue Livingstone Bramble. Un pugilista de las Islas Vírgenes a quien se le acusó muchas veces de practicar brujería antes de las peleas. Actualmente se encuentra en actividad a pesar de ya pasar los 40 años. Esto significó que “Romerito” descendiera en el ranking y su nombre ya no apareciera como un posible retador al título mundial. Las posibilidades eran muy escasas y al boxeador solo le quedaba pelear a nivel sudamericano. Siguió peleando, pero alternaba triunfos descoloridos con derrotas. La afición ya no lo apoyaba como antes. Querían al antiguo “Romerito” pero su golpeado cuerpo ya no le respondía con la misma efectividad. En este panorama, Orlando tiene su última pelea el 31 de Octubre 1989 ante el chileno Oscar Benavides Muñoz. Un desganado y lento Romero pierde el encuentro en el segundo asalto. Luego de esto, decide colgar los guantes definitivamente.

Del reconocimiento al escándalo

Durante un tiempo, el campeón peruano, vivió del premio que había recibido por pelear en Nueva York. Con los 100, 000 dólares pudo pagar el colegio de sus hijos, comprar una casa en Lima y otra en Trujillo, saldar deudas y hacer algún que otro préstamo. Sin embargo, esto le alcanzó solo por un tiempo y él sabía que tenía que buscarse la forma de subsistir.

Era la segunda década del 90 y el Perú entraba en una etapa de conflictos internos que afectaban la economía del país. Conseguir empleo era una tarea titánica y si no se tenía estudios mucho más. Había que trabajar de lo que sea para poder mantener a una familia. El dinero del premio se acabó y “Romerito” se convertiría en un asalariado más. A pesar de ser quien fue, nadie le daba un trabajo estable y el estado lo tenía olvidado como deportista. Durante varios años realiza todo tipo de oficios: Fue jefe de ventas de una empresa cervecera en Trujillo, fue vendedor de una pasta dentífrica, trabajó como pescador, vendedor de pollos en el mercado, trabajó de sereno de Surquillo. Muchas actividades que no le permitían estabilidad económica. Lo que Romero buscaba era salir del país para poder hacer dinero y tener una vida mejor.

Las deudas lo agobiaban y aunque siempre trató de mantener a su familia al margen de la luz pública, muchos diarios sensacionalistas como “El Trome” o “Ajá” lo envolvían en escándalos inventados. Inclusive cuando trabajaba de sereno, al momento de hacer alguna captura la prensa lo buscaba para preguntarle acerca del momento. “Yo sólo quería trabajar, como cualquier persona. Pero cuando era vigilante, cada vez que detenía a un ladrón, alguien llamaba por teléfono a la prensa y las cámaras venían a cubrirlo. En medio del arresto, tenía un micrófono delante preguntándome: "Romerito, ¿cómo detuviste al malhechor? ¿Le pegaste? ¿Podrías describir la pelea? ¿Es muy duro haber fracasado después de ser casi campeón mundial?". Los más sorprendidos eran los ladrones. Alguno trataba de aprovechar la confusión para escaparse, y entonces toda la persecución aparecía en cadena nacional” le contaba el ex deportista a Santiago Roncagliolo en una entrevista.

Finalmente Romero pudo salir del país en Agosto del 2001. Se fue a España para un curso de entrenadores de box por 15 días, pero se quedaría indefinidamente y seria uno más de los miles de inmigrantes que llegaban a la península ibérica por esos años. Es aquí que recibe otro cross de la vida que le cobraba su tiempo dedicado al boxeo profesional.

Era el año 2006 y en el Perú el chisme era un deporte nacional gracias a los diarios sensacionalistas y a programas de televisión como “Magaly TV”. Es en este ambiente que se comenta que su hijo mayor, Orlando Romero Moreno, no era hijo suyo. Dispuesto a desmentir todo esto, “Romerito” vuelve al país para hacerse un examen de ADN junto con su hijo. El resultado fue contundente: Negativo. Al boxeador el mundo se le derrumbó y quería justicia. Denunció a su esposa Ana Moreno, por adulterio. Tiempo después descubrirá que el padre biológico de Orlando Romero Moreno es uno de sus hermanos quien había empezado un romance con su esposa durante el tiempo que “Romerito” practicaba boxeo. El ex pugilisita estaba devastado. La prensa amarilla tuvo comidilla del boxeador por varios días. El hermano y la esposa aún viven juntos en la casa, comprada por el ex boxeador, ubicada en San Miguel. Tras este duro golpe, “Romerito” regresa a España a rehacer una vida que ya no tenía en Perú.

El final fuera de su tierra

Él sabía que en Perú ya no tenía nada que lo atará. Solamente el recuerdo de una carrera que le costó llevar hacia arriba, pero que luego cayó con la velocidad de un rayo. Ya ni familia tenía. Todo lo que había ganado gracias al boxeo también lo perdió por lo mismo. En el Perú ya no había sitio para Orlando Romero. Ese combate lo tenía perdido. Volvió a España en silencio con su hijo sin que nadie los fuera a despedir al aeropuerto.

Allá tiene el reconocimiento de todos los peruanos que viven por esas tierras. Tiene dos locales de comida peruana y se siente orgulloso cuando la gente lo reconoce y le pregunta por el encuentro contra “Boom Boom”. Pone con orgullo el Dvd de la pelea y cuenta con detalle como fue cada round. Los que lo escuchan lo hacen atentamente y se quedan sorprendidos con su historia. Aquí esta librando un nuevo combate. Una pelea por recuperar lo que en el Perú perdió: una vida tranquila. Junto a su nueva familia lucha con tenacidad, agilidad y vivacidad por salir adelante, como cuando joven, cuando era Orlando Romero Peralta, “Romerito”.

Walter “El Brujo” Ledgard

Brujo: Dicese del ser humano al que se le atribuyen poderes mágicos. Eso fue para mucha gente Walter Ledgard. Un hombre capaz de predecir sus tiempos de nado. Un deportista entregado por completo al mundo de la natación. Una persona que hasta el mismo día de su muerte, a los ochenta y cuatro años, nadaba distancias que muchos jóvenes anhelarían siquiera poder caminar.

Sus inicios

Eran los tiempos del “Oncenio de Leguia”. Lima crecía a una velocidad vertiginosa, se hacían construcciones por toda la ciudad y nuevas urbanizaciones aparecían. Era también la época del incremento excesivo de la deuda externa. Walter Ledgard Jiménez había nacido el 25 de Octubre de 1915 y pasaba su adolescencia en este clima de modernización y creciente inversión privada. Él nadaba desde muy temprana edad en las piscinas del club Lawn Tennis y del “Pellejo”. Sin embargo, su apariencia era delgada y escuálida. “A pesar de practicar deporte desde muy niño, a los trece años, mis padres, por recomendación médica, me prohibieron realizar actividad física alguna, pues tenían miedo que me lastimara por lo débil de mi apariencia” contaba el propio “Brujo” en una entrevista de 1973 a Ricardo Villaverde. A pesar de ello, el joven deportista nunca abandonó la natación. En las competencias sorprendía a todos, deportistas y aficionados, pues su frágil y débil figura no eran impedimento para nadar 100, 200 o hasta 400 metros en muy buenos tiempos. Esto lo hacía a escondidas de sus padres, quienes finalmente tuvieron que enterarse de las “hazañas” de su hijo porque los diarios publicaban sus logros deportivos.

La frustración de Berlín

Corría el año 1933, Walter Ledgard era un nadador reconocido en el Perú, pues había ganado varias competencias de natación. “Alguna vez escuché decir a mi padre que el agua era su elemento, que se sentía muy bien dentro de ella” dice su hijo “Tater”. .Sin embargo, la situación política en el Perú estaba bastante convulsionada. El presidente Sanchez Cerro vivía amenazado de muerte, el partido aprista azuzaba la revolución y el país tenía que lidiar un problema territorial con Colombia. Es por ello, para que tuviera un buen futuro económico, sus padres lo mandaron a estudiar a Chile. Estando allá no logra entrar a la universidad, pues se pasaba la mayor parte del tiempo entrenando y compitiendo en pruebas de nado. Tiempo después, en 1934, junto a un grupo de peruanos decide probar suerte en Alemania donde ingresa a la universidad a estudiar medicina. En el Perú, mientras tanto, el Comité Olímpico Peruano (COP) creado por Eduardo Dibos Dammert, estaba formando la primera delegación olímpica que representaría al Perú en las Olimpiadas de Berlín. “Estando allá recibe una carta firmada por Eduardo Dibos Dammert, presidente del Comité Olímpico Peruano, que lo invitaba a formar parte de la primera delegación olímpica del Perú. En la carta le dicen que se ponga a órdenes del jefe de la delegación” cuenta el hijo mayor de Ledgard. Era ya el año de 1936 y el mundo se preparaba para competir en las olimpiadas de Berlín.

Alemania quería mostrar al mundo todo su poder económico y deportivo. Para conseguirlo los germanos no escatimaron en gastos e invirtieron más de 30 millones de dólares en su organización y se construyó un nuevo estadio con capacidad para 110,000 espectadores, diversas instalaciones para albergar las distintas pruebas y una villa olímpica de lujo, rodeada de lagos y bosques a solo 10 kilómetros de Berlín. Además Adolf Hitler, jefe del gobierno, vio en los juegos olímpicos una excelente oportunidad para demostrar su teoría de la superioridad de la raza aria.

Walter estaba más que complacido de representar al Perú. Tenía mucha ansiedad y entusiasmo. Como vivía cerca de Berlín, en Bonn, se fue por su propia cuenta hasta allá y llegó días antes que el resto de la delegación peruana. Como no tenía con quién entrenar, pidió practicar con los nadadores argentinos que ya estaban en Berlín. El entrenador gaucho accedió y le pidió que hiciera una prueba de 400 metros libres para saber cómo estaba. El “Brujo” apareció en esa prueba. “El entrenador quedó sorprendido porque mi viejo había batido el record sudamericano a ritmo de entrenamiento. Todos los que estaban en ese momento no lo podían creer. Sin embargo mi viejo les decía que ese era su tiempo normal” recuerda el hijo del nadador. El tiempo hecho por el “Brujo”, de aproximadamente 5 minutos, era una marca extraordinaria para la época.


Con ese antecedente es que Walter Ledgard espera su prueba de 400 metros a disputarse el 10 de Agosto de 1936. El momento había llegado. El día estaba soleado y las tribunas del estadio acuático lucían repletas. Era lunes, perfecto día para empezar la semana con un triunfo: un ambiente cargado de emoción y adrenalina embargaba al joven deportista. Él estaba colocado en la sexta serie junto a Jack Medica, de Estados Unidos, quien finalmente ganaría la medalla de oro, Piet Stam de Holanda, Manoel Villar de Brasil, campeón sudamericano de 400 metros y Hans Brenner de Suiza. El “Brujo” terminó segundo en la serie, detrás del americano, con un tiempo de 5 minutos 05 segundos. Había clasificado a la siguiente fase de la competencia: “Estaba seguro de que podía obtener alguna medalla” comentaría años después al diario “El Comercio”.Sin embargo, lo que Walter ignoraba era que la delegación peruana había decidido abandonar los Juegos Olímpicos por un problema surgido con el fútbol.

Según el periodista Luis Carlos Arias Schreiber en su artículo “Berlín, 1936: la verdadera historia de los olímpicos peruanos. Este problema surgió el 8 de Agosto cuando la selección peruana enfrentó a su similar de Austria…El resultado fue 4 a 2 para Perú, pero por una serie de “hechos anormales” los austriacos reclamaron y la FIFA, que organizaba en esos tiempos el fútbol Olímpico, decidió que el partido se jugara nuevamente el 10 de Agosto a puertas cerradas”. Es entonces que el Perú decide abandonar los juegos. El “Brujo”, en el estadio acuático, había competido sin saber lo que estaba pasando y cuando se enteró de la decisión peruana fue un golpe terrible.

Toda la delegación, excepto él, se volvió a Lima. Él se quedó a presenciar las pruebas finales de natación. Estuvo como espectador de la serie semifinal en la que le tocaba nadar. “Al ver la semifinal vio que podía haber llegado a la final por que el tiempo del ganador era inferior al que él podía hacer. El tiempo del ganador de la semifinal fue de 4 minutos 48 segundos y mi padre podía nadar los 400 en 4 minutos 45 segundos” relata “Tater”. El mismo Walter, contaría años mas tarde, que él se sentía con mucha confianza en ese momento y que, de haber competido, sus posibilidades de medalla eran muy altas.

Por fin campeón

La revancha para Walter “Brujo” Ledgard llegaría en el año 1938. Su vocación siempre fue la natación y el deporte. Paralelamente a sus estudios de medicina entrenaba todos los días, pero el estar en una Alemania que hostilizaba a los judíos y a todo aquel que no estuviera de acuerdo con la supremacía de la raza aria, no le permitía vivir tranquilo. Hastiado de ese nacionalismo alemán decide volver al Perú en 1938 para continuar sus estudios en San Fernando. Fue en ese tiempo que se cobraría la revancha por lo ocurrido en las olimpiadas. Fue campeón sudamericano de 100 y 200 metros estilo libre y al año siguiente repetía el triunfo en los 200. En dos años el “Brujo” había vuelto a aparecer para quedarse con su cetro de campeón.

Después de eso, toma dos decisiones trascendentales para su vida: Abandona sus estudios de medicina y deja las competencias oficiales de natación. Con 24 años, tenía que darle una estabilidad a su vida y percibía que con la medicina no iba para ningún lado, pues no sentía que lo llenara como persona. La natación, que era su vocación, lamentablemente no le dejaba un futuro muy promisorio en términos económicos. Así en 1940 ingresa a trabajar como empleado en el Banco Alemán para luego al año siguiente pasar al Banco Hipotecario. En él permanecería por 13 años. Durante el tiempo que estuvo en el banco nunca se desligó del deporte: Daba clases particulares, la federación lo había contratado de entrenador de la selección de natación, transmitía peleas de box los domingos desde la Plaza de Acho y además tenia un conjunto musical. Él mismo admitía que a pesar de todo eso, la plata apenas le alcanzaba para subsistir. Sin embargo, no reniega de esa época. Consideró que aprendió mucho durante esos 14 años de empleado bancario. Además era un profesional muy reconocido en su oficina. Cuando su carrera como bancario estaba en ascenso decide retirarse y en 1954 funda su academia de natación en San Isidro.

La academia del “Brujo”

Cuando funda la academia en 1954, muchos lo tildaron de loco, pues consideraban su decisión como una aventura absurda, un riesgo injustificado. Según propias palabras del ex deportista en una entrevista a Ricardo Villaverde: “era un acto de vocación y no la operación de un inversionista…La respuesta del público al servicio que empecé a ofrecer en los años cincuenta superó todas mis expectativas. Y estoy muy agradecido por ese apoyo”. Esta academia fue la primera en inaugurase en Latinoamérica. Hasta ese entonces, los chicos aprendían a nadar empíricamente o con profesores particulares como fue el caso del “Brujo” que aprendió con su familia.

Con la academia en curso, dedicó todo su tiempo a enseñar las técnicas de la natación no solo a chicos, sino también a todo aquel que estuviera interesado en aprender a nadar o perfeccionarse. Cuenta uno de sus más reconocidos alumnos, Augusto Ferrero Costa, subcampeón bolivariano en 1962 y miembro del equipo olímpico de natación en Tokio 1964: “A cada uno le tenía un gran cariño y aprecio. Siempre nos inculcó a respetar y querer al agua. Decía que si uno entraba con seguridad a la piscina podía deslizarse como un pez en ella”. Bajo esta premisa es que Ledgard formó reconocidos nadadores como Eduardo Villarán, Ismael Merino, Raul Modenesi y Raul Risso, campeones de la posta 4x100 libre en el Sudamericano de Viña del Mar en 1956.

No abandonó su pasión

Por su cuenta, él no dejaba de nadar ni entrenarse. Empezó a competir en la categoría masters y cosechó varias medallas para el Perú. Toda su vida fue siempre sana. Tenía una vitalidad envidiable. Salía a correr, levantaba pesas y nadaba ínter diario y cuando iba a competir lo hacía todos los días. Aún con varios años encima podía realizar tiempos increíbles. “Recuerdo que hace años en un encuentro que tuvimos en Estados Unidos me pidió que le cronometrara el tiempo que haría para los 50 metros. Fue un tiempazo: 39.5 segundos. Muchos de los que estaban ahí quedaron con la boca abierta incluido yo. Un hombre de casi 80 años nadando a esa velocidad era sorprendente. Ahí pude comprender porque lo de Brujo. Eso fue realmente de locos.” admite Ferrero Costa.

El reconocimiento a tan prolífica carrera deportiva llegaría en 1986 con los laureles deportivos en el grado de “Gran Cruz”. Su nombre luce en el frontis de la zona de occidente del Estadio Nacional junto a otros de grandes deportistas que le dieron muchas alegrías al deporte peruano. Este reconocimiento pareció no ser suficiente para el “Brujo”, pues siguió compitiendo y ganando medallas para el país. Su última medalla de oro fue en 1995.

Como dato anecdótico se puede mencionar un record, hasta ahora no igualado, que posee el “Brujo”. En las olimpiadas de Barcelona en 1992 desfiló en la ceremonia de inauguración junto a su hijo “Tater”, que compitió en natación en los juegos olímpicos de 1964; y a su nieto Anthony Ledgard, quien competía en ciclismo en las olimpiadas españolas. Tres generaciones de deportistas olímpicos de una sola familia reunidos en un mismo evento. Algo nunca visto hasta ahora.

Su muerte llegaría años después en una mañana de Marzo de 1999. Cuando se preparaba para ir a entrenar le sobrevino un paro cardiaco y murió en la cocina de su casa. Fue una muerte rápida y fulminante, sin sufrimiento. Con gran parte de su vida en una piscina no podía irse sin estar en ella por última vez. Su cuerpo esperó el momento de la cremación en la piscina de su academia, junto a las cientos de medallas que ganó en su vida deportiva “en ese momento la piscina no tenia agua, pero estoy seguro que mi viejo se sintió más que contento esperando ahí” reveló “Tater”.

El deportista se fue, pero dejó su imagen grabada en todos lo que lo conocieron. Un hombre que amó la natación como a ningún deporte. Alguien que se forjó a si mismo y que siempre luchó por ser el mejor. Walter Ledgard Jiménez demostró que para el deporte no hay edad y que si uno realmente se lo propone puede ser siempre un ganador hasta el último día de su vida.

El “Brujo” y su magia lograron así la inmortalidad, como el hechicero del deporte que siempre estará presente y nunca será olvidado por la historia.

martes, 2 de diciembre de 2008

FINAL

El Sí a FIFA

La Fifa ha suspendido al fútbol peruano y espera que la federacion peruana responda con una solucion al problema con el que lidia el 21 de Diciembre. Lamentablemente para muchos, FIFA es el ente rector del fútbol mundial y todo aquel que quiera tener futbol internacional debe de atenerse a sus reglas. Estando fuera de la FIFA simplemente el futbol peruano no existiria ni siquiera al pobre nivel que mostramos ahora.

El hecho que de Burga este suspendido a nivel dirigencial por el Consejo Superior de justicia del IPD es irrelevante para el organismo internacional. Para FIFA Burga esta habilitado para ser dirigente de futbol y cualquier otra opinion, en este caso la del estado, es irrelevante. Ahora si el estado, quiere imponer su opinión, que es contraria a FIFA, estaria chocando con el reglamento del organismo imternacional, y ese caso FIFA corta por lo mas sano: no estas de acuerdo conmigo entonces te desafilio. Hay que recordar siempre que son los paises los que se asocian a FIFA y no al revés. En este caso no queda otra mas que seguir sus reglas si es que se quiere tener aunque sea mínima presencia a nivel internacional.

Hay que entender que La FIFA es un ente privado que funciona con sus propias reglas. El que se quiere afiliar debe de seguirlas sin chistar. Suena muy autoritario, pero es así.

La FPF celebró sus elecciones en octubre de 20007 siendo reelecto Manuel Burga. Es verdad que pocos en el país quieren a Burga, pero eso no importa ante FiFa. Esto no es un tema de juzgar la moral de Burga, que puede ser poca o mucha, sino de juzgar cual fue el procedimiento que se uso para su eleccíón. De acuerdo a los estatutos de la Federación este fue elegido legal y democráticamente, lo cual fue confirmado por observadores de FIFA y del IPD presentes el dia de las elecciones. Se quiera o no el mandato de Burga es completamente legal. La unica figura posible para que no este sentado en el sillon de presidente es que renuncie. Eso no va a ocurrir. Por lo tanto, solo es posible buscar una salida que deje contentos a todos aceptando a Burga como presidente, por ende afilaido a FIFA.

Por otro lado hay que entender que si la desafiliación procede, para volver a ser aceptados la FPF solo podra ser readmitida en la misma situacion en la que fue sancionada. Es decir, con Burga a la cabeza. Esto es, con desafiliacion o sin ella se seguira con Burga al frente. En ese caso es preferible acatar las reglas de Fifa.

Sin el amparo de Fifa el fútbol peruano simplemente no existira. Los equipos peruanos ni la seleccion podran jugar con otros cuadros internmacionales por que la FIFa lo prohibe, los clubes perderan ingresos ecónomicos importantes, los árbitros no podrán dirigir partidos internacionales, el campeonato se jugara por muy poco y por ende la taquilla sera mas miserable de lo que es ahora.

Se quiera o no la Fifa manda en el futbol y se quiere encontar una salida a este problema lo primero que se debe hacer es aceptar a Burga como presisente de la FPF y apartir de ahí conversar y concertar para encontrar una salida que no viole los estatutos de FIFA